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Aprender a ser paciente

Aprender a ser paciente

Reflexiones para trabajar la paciencia.
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Muchos piensan que la paciencia, esa renombrada virtud, se tiene o no se tiene, como se tienen los ojos azules o el pelo negro. Parece está en la personalidad de algunos y que les acompaña siempre, siendo muy difícil agotarla. Para otros la cosa es distinta: en seguida comienzan a sentirse irritados por la situación, a alzar la voz o a moverse inquietos.

atascosLo más habitual es que estemos en el medio de estos dos polos: podemos ser pacientes en algunas situaciones o desesperarnos como locos en otras, como cuando el bebé llora, el atasco sigue, la cola da la vuelta a la esquina, etc.
Si hacemos un repaso rápido a las tareas del día vemos que la necesitamos muy a menudo. En esta sociedad de lo inmediato aún sigue siendo necesario saber esperar, aunque no nos lo parezca.

Sin embargo, la paciencia es, más que una virtud, una habilidad, y como tal podemos trabajar en ella.
Para empezar, podemos desechar la idea de que tener paciencia significa poder aguantar situaciones estresantes durante mucho tiempo. En realidad, tener paciencia consiste en no dejarnos invadir por ese estrés durante la espera. Un ejemplo: no se trata de permanecer en la cola durante horas, como en un juego de resistencia, sino de estar allí el tiempo necesario de la mejor forma posible.fila

En psicología la paciencia se relaciona con un concepto más complejo, llamado tolerancia a la frustración.

Tiene que ver con nuestra capacidad para sobrellevar la frustración de nuestros deseos o expectativas, con el no poder realizarlas a corto o largo plazo.
Educamos a los niños para que lo logren y resulta un duro trabajo: todos sabemos cómo se pone un niño de dos o tres años cuando le decimos que no. Este proceso será crucial para que lleguen a ser adultos equilibrados y capaces de sobreponerse a las dificultades de la vida.

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Su fin último es que consigamos no responder inmediatamente a los estímulos del entorno para hacerlo de una manera más calmada, valorando mejor la situación, y así tomar mejores decisiones. Ahorrar requiere paciencia, así como decidir si seguir con el trabajo que tenemos, o con nuestra relación de pareja… Su efecto se extiende desde el día a día a las decisiones más importantes.
Entrenar esta habilidad tiene resultados inmediatos en nuestra relación con los demás y en nuestra salud.

Cuando nos desesperamos en un atasco podemos sentir como nuestro corazón palpita mucho más rápido, resoplamos, ponemos los ojos en blanco y sentimos muchas ganas de movernos y salir de allí pitando. Sólo podemos pensar en que estamos atascados, en la hora que es… gritamos a los demás conductores y tocamos el claxon como si eso fuera a solucionar algo. El estrés está invadiendo nuestro cuerpo, liberando hormonas que tienen un efecto nocivo para el organismo. Finalmente estos pensamientos invaden nuestra mente y el mal humor se instala, quizá para todo el día.

atascos1Pero ¿qué podemos hacer para gestionar mejor estos momentos? ¿Cómo se entrena la paciencia?

Aquí os dejamos unos sencillos gestos para el día a día que pueden marcar la diferencia:

1-Recordemos que esto va a pasar, sólo está siguiendo su ritmo. No estaremos en el atasco siempre, ni el bebé llorará toda la noche. Podemos decidir aquí y ahora cómo vamos a afrontarlo.
2-Asomarnos al futuro: ¿Queremos acabar gritándole a un niño pequeño que sólo está jugando? Anticiparse a lo que va a pasar nos ayuda a cambiar el chip y a tomar un camino u otro. También puede ayudarnos a visualizar qué queremos hacer, qué queremos conseguir. Vernos lográndolo cambia nuestro ánimo y nuestra actitud.
3-Poner las cosas en perspectiva: puede que estemos tardando mucho en hacer una simple gestión porque la persona que nos atiende no está muy fina. Si en lugar de pensar que somos víctimas de su incompetencia o que lo está haciendo para fastidiar pensamos que puede que esté aprendiendo o que no tiene un buen día la percepción cambia, ¿verdad?
4-Pequeños pasos: entrenarse cada día da mejores resultados que darse un atracón. ¿Por qué no probar con el ratito que tarda el niño en atarse los cordones antes de salir de casa? ¿O con esperar en la calle a nuestra pareja? Pequeños momentos para retener la ansiedad y la frustración y comenzar a pensar en positivo.
5-Estar atento a los logros: démonos cuenta de lo que vamos consiguiendo, no dejemos que se nos escape. No hay mejor recompensa que eso.

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PSICOLOGÍA CLAVE: Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá

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