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Ya no puedo más

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Cuando los niños llegan al límite

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El mundo de los niños se ha vuelto muy complicado. Su jornada de trabajo es más larga que la nuestra y se encuentran permanentemente espoleados para hacerlo mejor. Además, aprender a controlarse a uno mismo, a saber cuando descansar y cuando hacer un último esfuerzo es algo que ni los mayores tenemos dominado.

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La sociedad está empezando a replantearse el esfuerzo diario de los niños: la duración de la jornada escolar, el número de horas de deberes cada tarde, las actividades extraescolares y demás. Puede hayamos diseñado ese mundo para que encaje con el nuestro. Pero mientras resolvemos este problema, los niños siguen llegando exhaustos a casa, con nosotros, que también lo estamos.

Gracias a este clima el desastre es más probable. Cualquier padre, cualquier profesional que trabaje con niños, se ha encontrado con un niño cansado que toca fondo. Y las maneras de hacerlo son muy diversas: rabieta, llanto, agresividad, dolores de cabeza o estómago, náuseas.

Entonces, ¿qué hacemos nosotros? Por desgracia, el común de los mortales reaccionaría estresándose también, sobre todo a las nueve y media de la noche y con los deberes sin hacer.

Es en ese momento cuando los niños suelen ver nuestra peor cara y comienza lo que llamamos “escalada”. Ellos gritan, nosotros gritamos, ellos se enfadan y nosotros redoblamos la apuesta.

ya no puedo masAl final, suele ser el adulto el que pone punto y final yéndose de la habitación y dejando el niño se calme solo (si puede). Lógicamente nos sentiremos mal y hablaremos a la mañana siguiente dejando claro al niño que esto no puede suceder de nuevo.

Con este post queremos introducir un “algo diferente” que nos facilite salir de la espiral. En lugar armar juntos un jaleo podemos ayudar a los niños a comprender qué pueden hacer cuando han llegado a su límite.

RECONOCER LAS SEÑALES

Los niños no nacen sabiendo y deben aprender a reconocer las señales del cansancio o de la frustración. Si nos paramos a pensar, los adultos solemos tener problemas también con esto. A menudo suele ser nuestra pareja o nuestros amigos cercanos los que nos hace ver que llevamos mucho tiempo trabajando y que nos lo tomemos con calma.

Podemos ayudarles devolviéndoles lo que vemos con frases sencillas, como “noto que empiezas a estar cansado. Es momento de hacer una pausa” o “creo que te estás empezando a enfadar”.

Entonces debemos conducir nosotros mismos la situación, proponiendo descanso u otras actividades.

DARLE UN NOMBRE

De la misma manera podemos enseñar a los niños a reconocer las emociones. Fomentar su Inteligencia Emocional les ayudará a ser socialmente más competentes y felices. Se trata del primer paso para la propia regulación.

ya no puedo masPodemos hacerlo de una manera más didáctica, utilizando la multitud de recursos que hay en Internet, o dialogar. Si nos preocupamos por escucharlos en el día a día y preguntar por sus emociones haremos grandes avances. También podemos explicarles nuestras propias emociones cuando charlemos con ellos. Así comprenderán también que todos las experimentamos. Todas las emociones se permiten cuando se expresan de forma adecuada, aunque esto es un aprendizaje y no podemos esperar que los niños sepan ya cómo manejarse.

El camino supone “aprender haciendo”.

CALMARSE A UNO MISMO

ya no puedo masAprender a hacerlo es especialmente importante en las emociones que más problemas nos dan con los demás, como la rabia y el enfado.

Es esencial comprender que, en sí, estas emociones no tienen nada de malo. A veces nos movilizan a actuar y a cuidar de nosotros mismos apartando lo que no nos gusta.

Después podemos valorar cómo ayudarles a manejar la emoción cuando ha aparecido.

Los trucos de siempre son tomar aire y soltarlo muy lentamente contando hasta diez. Con niños más pequeños podemos ayudarnos de un globo lleno de aire e ir soltándolo poco a poco mientras contamos. A medida que practicamos esto podemos ir hablando juntos de lo que siente.

Después de un par de minutos ya podemos abordar otras emociones diferentes al enfado: pensamientos positivos y situaciones agradables.

Los trucos y los ejercicios son eficaces, pero lo más importante es no apartar a los niños de nosotros cuando están en su proceso de aprendizaje. Que nos les rechacemos por sentir o no manejar bien lo que sienten. Démosles confianza, seguridad y apoyo. Todo puede aprenderse y manejarse. También debemos saber que la ayuda profesional no es la última opción si creemos que el problema es mayor o que el niño lo necesita.

Elena Sánchez- Porro Frías e Irene Albert Cebriá. 

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