¡Vaya nochecita! Pesadillas, terrores nocturnos y otras alteraciones en el sueño de los niños
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Existe un acalorado debate sobre el sueño de los hijos. A los padres les surgen todo tipo de preguntas acerca de qué es normal y qué preocupante, si sería mejor que durmieran solos o con nosotros o sobre si debemos atender rápidamente su llanto o no.
Parece que el sentido común y la opinión de los padres puede quedar eclipsada por el exceso de información, así que nunca es mala idea pararse a pensar en qué queremos nosotros y cómo nos gustaría ir haciendo las cosas. A menudo comprobamos que lo correcto o incorrecto no existe: cada niño y cada familia son diferentes y algunas cosas funcionan y otras no.
Como padres, vamos conociendo a nuestros hijos al mismo tiempo que ellos se adaptan a los ciclos y las rutinas. Digamos que todos tenemos que ceder. Tener claro este punto, nos puede ayudar a no desesperar y perseguir nuestros objetivos.
Desde aquí queremos abordar con vosotros qué sucede cuando nuestros hijos no descansan bien, ya sea puntualmente o de forma continuada.
- Mi hijo suele tener pesadillas muy a menudo
Las pesadillas son muy frecuentes en la infancia. Se inician entre los tres y los seis años y tienen que ver con el desarrollo normal del niño. Los episodios comienzan con un sueño que les provoca miedo y despiertan para estar plenamente conscientes aunque aún persiste el miedo. Lo ideal en estas situaciones es tranquilizarlos, quedarse con ellos o permitir que vengan con nosotros hasta calmarse y volverse a dormir.
Son frecuentes cuando han sentido inseguridad y suelen remitir con el paso del tiempo.
- Mi hijo parece tener una pesadilla, pero cuando intento hablar con él y calmarlo sigue dentro de ella.
Esto podría ser lo que llamamos Terrores Nocturnos. Son mucho menos frecuentes que las pesadillas y remiten hacia la adolescencia. Pueden deberse al estrés y la fatiga, aunque también parece haber una incidencia genética.
En estos casos los padres deben mantener la calma durante los episodios, intentando no despertar al niño y vigilando que no se haga daño al incorporarse o que no se caiga de la cama, sabiendo que las cosas seguirán su curso y cesarán.
En el caso de que sean preocupantes por su persistencia o la forma en la que afectan al niño debemos consultar al pediatra o al psicólogo.
Primeramente es útil averiguar la causa del insomnio. Puede deberse a que no ha adquirido algún hábito importante, como a calmarse y dormir solo; a un problema psicológico de fondo; a un problema de alteración de los ciclos de sueño-vigilia, etc.
Cada posibilidad cuenta con su propio tratamiento.
Algunas recomendaciones para manejar el insomnio infantil son:
- Establecer rutinas agradables y predecibles en torno a la hora de dormir, como el baño, la hora del cuento, etc.
- Evitar las actividades excitantes antes de dormir y realizar cenas ligeras.
- Es conveniente explorar las situaciones estresantes de la vida de nuestros hijos para procurar que se sientan comprendidos y apoyados.
- Hablar con ellos sobre cómo vamos a ayudarles a que duerman mejor antes de introducir los cambios.
PSICOLOGÍA CLAVE: Irene Albert Cebriá (CL-03674) y Elena Sánchez- Porro Frías (CL-03770).
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