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Mi agenda no es mi vida

Mi agenda no es mi vida

La mayoría de nosotros, nada más despertar, comienza a repasar mentalmente la lista de tareas para el día.

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La ansiedad por cumplir con todo aparece antes incluso de tomar el primer café y no es raro encontrarse en la misma situación cuando regresamos a la cama por la noche, pensando ya en lo que tendremos que hacer al día siguiente.

Si echamos un pequeño vistazo atrás, nos daremos cuenta de que llevamos haciendo esto mismo semanas, quizá meses.

Pinterest, por ejemplo, está lleno de imágenes de agendas bellísimas, escritas con caligrafía impoluta y en las que incluso podemos apuntar los vasos de agua que vamos tomando, para que no nos olvidemos de hidratarnos entre tarea y tarea. Parece un lado baste divertido de una moneda terrorífica: llegamos a estar exhaustos a diario, donde casi todo tiene la etiqueta de urgente, imprescindible, etc.

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Esta manera de pasar los días, planificando y solucionando, tiene un efecto devastador: hace desaparecer nuestra espontaneidad. Ponemos nuestro tiempo a rendir, a dar beneficios, mientras que la vida se escapa.

No estamos diciendo que no sea bueno estar organizados, ni que esté mal que dediquemos una parte del día a planificar lo que tenemos que hacer, pero ha de perseguir algún fin personal. Por ejemplo, el de liberar el tiempo para dedicarlo a cosas que realmente nos importan, como salir a cenar con ese amigo que hace tiempo que no vemos o pasar más tiempo con nuestros hijos.

Vamos a explorar qué podemos hacer para no acabar siendo siervos de nuestra agenda, condenados a vivir el día tachando y volviendo a tachar, aunque sea en una preciosa agenda decorada.

EL TIEMPO ES UN RECURSO FINITO, ADMINÍSTRALO BIEN

El tiempo es el único recurso que, con absoluta seguridad, se nos acabará. Podremos tener más dinero, más comodidades, pero nunca tendremos más tiempo que ahora mismo.

Aunque puede parecer un pensamiento alarmista, que incluso nos cree cierta ansiedad, es un buen aliciente cuando tenemos que replantearnos las cosas. Elegir bien el trabajo, al que destinaremos una grandísima parte de nuestro tiempo vital. No perderse en pequeñeces y disfrutar de aquellos momentos que tienen sentido para nosotros. No vamos a decir la obviedad de que lo que importan son las puestas de sol y jugar al parchís con los niños; más bien estamos pensando en que esos objetivos qué nos hacen sentir plenos y en esos momentos especiales que nos dejan buen sabor de boca.

EL MUNDO SE ACABA, ¿Y DESPUÉS QUÉ?

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Todos hemos pensado alguna vez que no entregar a tiempo tal o cual cosa, o no tener la cena preparada esa noche (por poner solo algunos ejemplos) podían suponer el fin del mundo. Se genera una cantidad tan grande de tensión respecto a ciertas situaciones, que acabamos pensando en que sus efectos serán terribles y duraderos. ¿Es eso verdad? Cuando fallamos, ¿se acaba el mundo?

Esta frase que nos viene a la cabeza cuando pensamos que algo va a salir realmente mal tiene la clave para ayudarnos a priorizar y a vivir más tranquilos. Parémonos y digamos ¿qué es lo peor que puede pasar? Si analizamos con detenimiento las repercusiones, empezando por las más dramáticas, veremos que podemos salir de todo. Todo tiene solución. Eso hará que nuestra ansiedad baje y encontremos más fuerza y tranquilidad.

LAS LISTAS, UN ARMA DE DOBLE FILO

Todos hacemos listas con los encargos y las cosas pendientes. Lo cierto es que son muy útiles para hacer la compra u organizar el día. Nuestro consejo es que les des el espacio que merecen y nada más, porque pueden acabar comiéndose tu día.

Lo mejor sería dedicar el primer momento de la mañana a anotar todas esas cosas que tendremos que hacer y, a ser posible, acabarlas cuanto antes, para no sentir que volvemos a empezar con la misma carga de trabajo cada día.

Y no lo apuntes todo. Discrimina entre lo importantísimo y lo que se puede posponer, porque si todas las tareas tienen la misma prioridad descubrirás que no te sentirás bien hasta haberlas completado todas. Y no es justo ni sano que tu salud mental dependa de un montón de tics en una agenda.

APARCA EL RELOJ Y OLVÍDATE DEL TELÉFONO

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Al menos un día a la semana deberíamos dejar el reloj en la mesilla y flexibilizar todo lo que podamos.

Deja para mañana todo lo que puedas hacer hoy y concéntrate en perder el tiempo, aburrirte, disfrutar.

Todos necesitamos un reseteo al final de la semana, lo que nos da más energía y nos hace sentir más completos.

Estas son nuestras recomendaciones para que la agenda no se adueñe de nuestra vida y nuestra salud mental. Deseamos que esta semana pongáis alguno en práctica.

Elena Sánchez- Porro Frías e Irene Albert Cebriá.

 

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