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¿Ola de calor? Dale al abanico

¿Ola de calor? Dale al abanico

Por Paola Arcones

El abanico, es un utensilio manual que se utiliza para estar más frescos los días de calor mediante el movimiento del aire. Pero a lo largo de la historia no siempre ha sido esa su función. Su nombre proviene del latín vannus y del verbo portugués abanar (que significa aventar). Es de donde surge el diminutivo abanico, término no utilizado en español hasta el siglo XVI.

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Vamos con alguna reseña histórica. En el antiguo Egipto, en el tiempo de los faraones, no se veía como un mero accesorio de la vestimenta tradicional. El abanico era considerado como un símbolo de alta posición social y sobre todo de las personas con un gran poder.

Los nipones empleaban el abanico para saludar y, sobre él, colocaban regalos que hacían a sus familiares y conocidos. Los mejores alumnos de las escuelas eran recompensados con un bonito abanico decorado. Si tenían que acudir a espectáculos, bailes o cualquier acontecimiento social, no acudían sin él. Tan importante era, que la mujer japonesa prácticamente se sentía desnuda si no llevaba consigo su abanico. Hasta los presos condenados a muerte, antes de su ejecución, recibían uno.

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El primer abanico plegable tal como lo conocemos hoy en día fue inventado por un chino en el siglo VII inspirándose en el mecanismo del ala de un murciélago. En Europa se conoce desde el siglo XV desde que los portugueses lo trajeron desde sus rutas comerciales al lejano oriente. En el siglo XVIII se crea la Real Fábrica de Abanicos la cual convirtió a España en uno de los primeros productores de abanicos del mundo, rivalizando con italianos y franceses.

En un principio, el abanico fue de uso tanto del género femenino como masculino, llevando los hombres pequeños ejemplares en el bolsillo. Aunque hoy día se puede ver a hombres abanicándose aunque sigue siendo mayoritario en las mujeres.

El lenguaje del abanico

Al parecer las mujeres llegaron a ser tan diestras en el uso de este artefacto que inventaron todo un “lenguaje del abanico”. Consistía en que según la posición en la que se situaba o el modo de agarrarlo se estaba transmitiendo un tipo de mensaje u otro.

Algunos ejemplo de este lenguaje secreto y desconocido para muchos en la actualidad, entre las que me incluyo, son:

  • Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro: sígame.
  • Mantenerlo en la oreja izquierda: quiero que me dejes en paz.
  • Dejarlo deslizar sobre la mejilla: te quiero.
  • Presentarlo cerrado: ¿Me quieres?
  • Dejarlo deslizar sobre los ojos: vete, por favor.
  • ​Tocar con el dedo el borde: quiero hablar contigo.
  • Dejarlo colgando: seguiremos siendo amigos.
  • Abanicarse despacio: estoy casada.
  • Abanicarse deprisa: estoy prometida.
  • Apoyar el abanico en los labios: bésame.

Curiosidades a parte, sigue siendo un complemento tan práctico como bonito y os dejo mi selección favorita. Por cierto, echo de menos que más marcas low cost lo incluyan como accesorio.

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