Pablo López y Laura Rubio sorprendió con una boda mágica, llena de emoción, música, romanticismo y un toque de discreción.
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Después de su íntimo enlace religioso en Madrid, al que solo asistieron sus familiares más cercanos, Pablo López y Laura Rubio decidieron darse una segunda oportunidad para festejar su boda de una manera más amplia. En esta ocasión, optaron por compartir su alegría con amigos y allegados en una gran fiesta al aire libre.
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El escenario fue la finca La Casería de Tomillos, un histórico enclave del siglo XVI ubicado en Alcalá del Valle, en plena Sierra de Cádiz. La elección no fue casual: el lugar, rodeado de jardines, patios rústicos y con vistas a las colinas andaluzas, ofrecía el ambiente romántico perfecto para una celebración de ensueño.
Una ceremonia al atardecer
El enlace civil comenzó a las siete de la tarde, aprovechando la magia del atardecer gaditano. Entre luces doradas y el encanto del entorno, los novios sellaron su amor ante la atenta mirada de sus invitados. A diferencia de su primera boda, mucho más reservada, en esta ocasión se mostraron abiertos con los medios, regalando sonrisas y posando felices ante las cámaras. El cantante malagueño, emocionado, incluso agradeció la presencia de la prensa y habló de lo natural y sencillo que resultaba celebrar un día tan especial junto a familiares y amigos.
El secreto mejor guardado: el vestido de la novia
Como en toda boda, la mayor expectativa giraba en torno al look de la novia. Laura Rubio apareció con un elegante vestido blanco que combinaba modernidad y romanticismo: un corpiño transparente de encaje floral, escote en forma de corazón y falda de corte sirena. Completó su estilo con una corona de flores y un delicado ramo, logrando una imagen fresca y sofisticada a la vez. Pablo López, por su parte, apostó por la sobriedad de un chaqué oscuro, acorde con el carácter formal de la ocasión. Juntos, formaron una pareja radiante que acaparó todas las miradas.
Privacidad ante todo
Aunque la celebración fue multitudinaria, los novios mantuvieron una premisa clara: preservar su intimidad. Por ello, solicitaron a los más de 300 invitados que entregaran sus teléfonos móviles al llegar. La medida respondía a un doble objetivo: evitar filtraciones de imágenes y permitir que los asistentes disfrutaran al máximo de la fiesta sin distracciones tecnológicas. Con esta decisión, Pablo y Laura dejaron claro que querían que el recuerdo de su boda permaneciera en manos de quienes realmente lo vivieron, sin adelantos en redes sociales.
Una fiesta diseñada para los invitados
El banquete fue todo un ejemplo de organización cuidada al detalle. Los asistentes llegaron en autobuses que los trasladaron hasta la finca, donde fueron recibidos con una ambientación pensada para sorprender. La decoración combinaba lo rústico y lo elegante, mientras que el menú fue descrito como exquisito por quienes pudieron disfrutarlo. Uno de los gestos más comentados fue la petición previa de los novios: cada invitado debía elegir su canción favorita. De esta forma, la pista de baile se convirtió en una auténtica banda sonora colectiva, creando un ambiente festivo único. Según estimaciones de expertos en eventos, el presupuesto de la velada rondó entre 30.000 y 40.000 euros.
Un amor discreto, pero firme
La historia de Pablo y Laura comenzó en 2017, cuando ella participó como concursante en La Voz y él fue su coach. Desde entonces, ambos han mantenido una relación alejada de los focos, marcada por la discreción y el respeto mutuo. Esta segunda boda no solo simboliza la consolidación de su vínculo, sino también su manera de entender el amor: una mezcla de intimidad y celebración compartida. Aunque la fiesta brilló con luz andaluza, lo que más destacó fue la complicidad entre ambos, que se convirtió en la verdadera protagonista de la velada.
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